Hola a todos.
Como adelanto aquí os dejo el prologo a la segunda edición, donde
se explica los motivos de la re-impresión y mejoras en el tratado de cetrería “El
Noble Arte de las Halconería”.
PROLOGO
A LA SEGUNDA EDICIÓN
Por Adolfo Ruiz.
Que
veinticinco años no es nada…, como diría el tango, si me permiten la licencia.
Y
echando la vista atrás esos veinticinco años (veintiséis en el momento de
escribir estas líneas), me veo a mí mismo con apenas 14 años, devanándome los
sesos para sacarle todo el jugo posible a los dos únicos libros de cetrería de
mi biblioteca, por otro lado los únicos libros sobre la materia disponibles en
1.984: el “Libro de la caza de las aves” de Pero López de Ayala, y el “Libro de
Cetrería” de Juan de Sahagún, acompañado del “Discurso del falcón esmerejón”
del Conde Puñonrostro. También me veo profundamente frustrado por no tener a
ningún maestro que pudiera enseñarme el Noble Arte y porque con las bizarras
explicaciones medievales de López de Ayala, Sahagún y Puñonrostro el
adiestramiento de mi primer cernícalo se había convertido en un compendio de
disparates impracticables para un chaval de la segunda mitad del siglo XX.
Y
es que en aquellos días era imposible encontrar ningún texto sobre cetrería
“moderna”, ya que el único auténtico tratado contemporáneo era “El Arte de
Cetrería” del Dr. Félix Rodríguez de la Fuente, el cual llevaba agotado varios lustros.
Hacía
dos años que el veneno de la cetrería corría por mis venas, desde el día que
tuve la inmensa suerte, o la tremenda desgracia, de sentir un azor sobre mi
puño. No podía imaginar que ese simple acto cambiaria mi vida para siempre. Mi
padre (escultor y pintor naturalista al que nunca podré estar lo bastante
agradecido), apareció una tarde de 1.985 con un libro que había comprado para
mí en Madrid. Era nuevo y tenía un titulo que era toda una declaración de
intenciones: “El Noble Arte de la
Halconería”. Recuerdo
las palabras de mi padre tras desprecintarlo y ver la pobre edición: “Espero
que te enseñe lo que necesitas, porque muy bien editado no es que esté…”
Tras leerlo llegue a la
conclusión de que cada una de las 2700 pesetas que costó (una pequeña fortuna
de la época) habían merecido la pena. Aparte de las técnicas ya descritas
veinte años antes por el Dr. Félix Rodríguez de la Fuente, el nuevo libro tenía
claras innovaciones tanto en lo relativo al equipamiento (el tornillo de tres
anillas, las caperuzas árabes o las pihuelas cortas) como al
adiestramiento (el capitulo dedicado al
alcotán es absolutamente impagable). Con este tratado conseguí mis primeros
frutos en la cetrería. Poco después aparecerían “Azor, Dios lo hizo eterno” de
Diego Pareja, “Arte de Cetrería en la Naturaleza” de Juan Carlos Gil y la re-edición
del ya mencionado “Arte de Cetrería”, los cuales pasaron a engrosar mi
biblioteca.
Cuando ocho años
después conocí a Enrique me contó la interesante historia del libro que nos
ocupa. En 1.979 decidió que puesto que ya era padre y había plantado
innumerables árboles, le faltaba escribir un libro, y ya que la cetrería era su
pasión que mejor que escribir sobre sus experiencias y conocimientos en esta
materia. La muerte de Félix el 13 de Marzo de 1980 le sorprendió escribiendo el
capítulo sobre halcones perdidos y en Octubre del mismo año acabó el borrador y
buscó infructuosamente una editorial interesada en publicarlo.
Pasaron los años y
decidió realizar una edición particular del libro. Lamentablemente el
presupuesto era ajustado y los gastos aumentaban continuamente, por lo que la
edición final se realizó en blanco y negro y con menos fotos de las previstas.
La imprenta tampoco ayudó demasiado a que la edición fuera la deseada: fotografías
invertidas, errores de maquetación, baja calidad de tintas… Aun así el libro
fue un éxito y los 1500 ejemplares de los que constaba la edición se vendieron
en apenas un año, convirtiéndose rápidamente en un libro de culto.
Mientras me contaba
esto me ensañaba las fotografías originales, las láminas… y tomé conciencia de
cómo debería haber sido el “Noble Arte de la Halconería”. Supongo
que entonces se fijó en mi cabeza la idea de reeditar el libro con el concepto
original.
Hace varios meses me
puse manos a la obra y empezó un arduo trabajo para conseguir reeditarlo: Autorizaciones,
recuperación de las imágenes originales, digitalización y mejora de estas,
maquetación y la posibilidad de ampliarlo.
A este respecto Enrique
propuso incluir un pequeño trabajo sobre el gavilán pasajero publicado en 1986 y un capítulo sobre la crianza campestre
controlada. El resultado es el libro que ahora tienes en tus manos.
Si al terminar de leer
la obra consideras tus expectativas satisfechas, el esfuerzo habrá merecido la
pena.
Saludos y… Buena Caza!.
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